El modo de acercarnos al estudio y conocimiento de la Historia ha cambiado desde la aparición y desarrollo de las Redes Sociales. Poco a poco, la mayoría de instituciones han abierto diversos perfiles en estas, con el fin de favorecer el contacto con usuarios, investigadores y curiosos e implementar la retroalimentación -o feedback- entre ambas partes, contribuyendo así al dinamismo y a la cooperación. Cada vez estamos más habituados a suscribirnos a canales de YouTube con contenidos especializados en nuestro objeto de estudio, acudimos a la cita diaria en los directos de Instagram de importantes museos o seguimos hilos exegéticos de Twitter donde se explican detalladamente hechos, obras o teorías de pensamiento. Ante tanta cantidad de información cabe hacernos la pregunta de si todo es válido, fundamentalmente si tenemos en cuenta que no siempre sabemos quién se esconde tras el pseudónimo de dichas explicaciones.

¿Tienen la misma validez los contenidos aprehendidos en redes que los que de adquieren desde los medios académicos tradicionales? ¿Están ambos sistemas reñidos o condenados a entenderse? ¿Es igualmente efectiva una investigación expuesta en un vídeo de YouTube que en una revista de alto impacto? Estas son algunas de las cuestiones a las que daremos cabida en esta mesa.